Oye.... que tengo que escribir un correo que no me apetece nada a un amigo, recuperado tras veinte años de ausencia, que sólo recurre a mi cuando su novia le deja. Entonces llama, escribe, mensajea.... a todas horas y todos los días. Cuando las aguas vuelven a su cauce, cosa que ocurre cada tres o cuatro semanas más o menos, resulta que ya no tiene tiempo para nadie más. Y resulta que ahora estamos en la fase oscura. Es decir, la novia le ha dicho que no quiere saber nada de él, que nunca más se van a volver a ver, que cuándo puede pasar por su casa a recoger el secador y las bragas que dejó allí el último fin de semana que pasaron juntos... Y entonces recuerda que hay un bosque amigo en el que se siente muy cómodo. Hace un viaje breve hasta el claro que Lamia siempre tiene preparado para él y espera que el mundo se detenga y el hayedo calle durante el tiempo que él precise de su amiga. Y cuenta lo bien que se lo pasaban, lo bien que se entendía, que guapa es su novia, el buen cuerpo que tiene, lo joven que es y algunas otras cosas que no debo repetir aquí. Oye, y resulta que me cabreo porque yo, en los momentos de alegría, y también de dolor, siempre tengo un recuerdo para mis amigos. Y me canso de que él sólo recurra a mi cuando algo le duele.
Oye, y que tengo que escribir también un correo para ver si esa amiga que dice que ya no es amiga mía está bien. Porque tengo que reconocer que la echo de menos terriblemente. Y que cada mañana tengo que recordarme que no quiere saber nada de mí para evitar levantar el auricular del teléfono y preguntar cómo va todo. Y que pienso que a lo mejor si sólo le escribo, algún día recuerde cuánto la quiero. Oye, y porque yo nunca lo habría hecho. Porque a veces he tenido tentaciones y siempre ha pesado más el cariño que sentía hacia ella que sus ausencias o los juicios que ha emitido sobre mi comportamiento o mis acciones y que tanto daño me han hecho en ocasiones. Y me duele pensar que la echo tanto de menos que a lo mejor ella siente también lo mismo y sufre. Y que por nada del mundo quiero hacerle daño.
Oye, y que resulta que tengo una amiga a la que he escuchado durante meses. Que me ha contado lo mal que estaba su relación de pareja. La necesidad que tenía de acabar con todo y buscar nuevos horizontes. Y que se enamoró de alguien que pasaba por allí y que atravesaba un muy mal momento. Y que finalmente encontró un final feliz para su historia. Y que ahora, cuando comparte sus tardes con su nuevo amor, ya no recuerda que sus amigos siguen sin resolver sus historias. Oye, que resulta que yo no lo haría nunca. Porque los amigos están para acompañarnos en los momentos duros pero nuestra felicidad nunca será completa si no podemos compartirla con ellos y ver cómo disfrutan con nuestra alegría
Oye, y que resulta que hay un amigo del que hubiera esperado noticias el tiempo en el que permanecí alejada del trabajo. Noticias que nunca llegaron. Y duele también, porque yo nunca lo habría hecho. La distancia, las circunstancias o el desinterés nunca son buenas excusas. Excusas que, por cierto, tampoco han llegado. Me gusta decir que los hijos no aprenden de lo que decimos sino de los que nos ven hacer. Pues eso: yo puedo querer mucho a alguien pero si nunca se lo digo o se lo demuestro… seguro que al final dudará de mis sentimientos.
Oye, y que resulta que ha sido una semana muy dura en la que sólo hay palabras de agradecimiento para la que luce los escotes y la falda corta. Oye, y que resulta que estoy hasta las narices de las tías que, todavía hoy, utilizan sus armas de mujer para esconder su mediocridad.
Y para olvidar todo esto, hoy me he ido a comprar zapatos (eso siempre es un consuelo). Porque ropa tampoco puedo comprar. Después de dos años de esfuerzos y privaciones, he vuelto a recuperar parte de mi rubicundez (¿se dice así?) y no consigo meter mi humanidad en la ropa que hasta el otoño pasado me quedaba como un guante. ¡Qué miseria! Hay gente a la que las penas y los disgustos le cierran el estómago. No es mi caso. Mi volumen es directamente proporcional a mi depresión.
Y para olvidar todo esto, repito, he ido a comprar zapatos. Y, claro, con estas premisas, he adquirido unos zapatos preciosos: grises, con un poquito de cuña, comodísimos…. Pero el único parecido con la idea inicial es el color (me tranquiliza un poco pensar que no he desvariado del todo). Así que, después de llegar a casa, volver a probarme los zapatos y pensar que me quedan de muerte pero que no es lo que necesitaba, rescatar las bolsitas que los protegen de las garras de Simba, recuperar los trozos de envoltorio que Simba ya había utilizado como escondite, y taparlos lo mejor posible, he decidido volver a la tienda mañana, en un rato en el que pueda escaparme del trabajo, y devolver los p. zapatos para cambiarlos por los que realmente necesito. Bueno, necesito no es la palabra exacta. Lo cierto es que los “necesito” para sentirme un poco mejor.
Y ya lo sé Carlos, no me dejes uno de tus comentarios incendiarios. Ya sé que uno tiene que estar bien por sí mismo. Pero la verdad es que ahora no me da la gana de estar bien conmigo misma. Estoy cabreada con el mundo y con todos los que me rodean. Tengo un genio del demonio y sólo me apetece una cosa, que es precisamente la que no puedo hacer. Y si alguien piensa que este blog es demasiado nostálgico, personal, triste, con un tinte de “mi querido diario”, me da igual. Estoy harta de hacer, decir y escribir lo que todo el mundo espera de mí. Me he cansado de ceder el sitio a todo el mundo al pasar por las puertas. Estoy harta de ser buena persona. No quiero ser comprensiva. Me da igual que piensen que soy una mandona. No tengo ganas de enseñar a nadie. No quiero cumplir más años, no quiero que me salgan canas, no quiero engordar, no quiero que me tengan lástima, no quiero que mis jefes abusen de mí, no quiero renunciar más, no quiero caminar descalza, ni coger una senda paralela. No quiero que “me hagan la cama”. No quiero salir de viaje. No quiero levantarme por las mañanas. No quiero querer……. No quiero nada de nada.
¡Mierda de zapatos!
Nota a pie de página 1: Hoy si que me he tomado la medicación. Igual que vengo haciendo cada p. mañana desde hace un año.
Nota a pie de página 2: A mis queridos amigos, que el 14 de febrero me regalan una rosa blanca para decirme que me quieren: no os preocupéis. Si no escribo todo lo que necesito, es cuando realmente estoy mal. Sigo negociando para conseguir un indulto el fin de semana. No me perdería por nada del mundo la primera vez que experimentamos el “paco paco” en directo. Por cierto, aunque creo que ya lo sabéis, yo también os quiero. Y sonrío cuando pienso en las polleras y los sombreros. Y eso hace que me sienta mejor.
Ole, ole y OLEEEEEEEE
ResponderEliminarlo a gusto que te habrás quedado, criatura
y por supuesto: en tu blog puedes escribir lo que te salga del... que para eso es tuyo
(no escribo coño por si te parece mal, pero supongo que se lee entre lineas)
un abrazo
bien fuerte bien fuerte
No creas, Paula. Llevo una nube negra en torno a la cabeza de la que no puedo deshacerme. Sin embargo, es verdad que estoy harta de decir y hacer aquello que se espera de mi. Por eso, escribir como ahora lo hago, me hace iniciar la senda de la curación.
ResponderEliminarBesos y gracias por ese abrazo, que tan fuerte he sentido a mi alrededor.
pues claro, Lamia, pues claro
ResponderEliminardeja de hacer lo que se espera
y haz lo que te apetezca
al final, todos más contentos, que te lo digo yo
y que no sea por abrazos, te tengo mucho cariño, no sé si te lo había dicho alguna vez
Gracias guapa.... Creo que es mutuo. Me parece que algún día tendriamos que compartir un capuccino de esos que nos gustan a ambas en los Italianos.
ResponderEliminarAy si, dejar de hacer lo que creemos que se espera de nosotros y pegar el salto definitivo...uf, que difícil ¿eh Lamia?..
ResponderEliminarPero haz caso a Paula: hay que aprender.
¿INCENDIARIO YO?. Quizás...
ResponderEliminarPero igual es que has leído algo de esto:
http://www.hoymujer.com/alma/Autoconocimiento/Aprender,decir,58385,07,2008.html
o esto otro: http://yelop.galeon.com/autoestima.htm
En cualquier caso, has dicho ¡basta ya!, incluso a mis dardos.
Ovación en pié desde la fila SIETE. Empieza la función...
Si, Inma,si. Hay que aprender pero también me canso de que siepre sea a base de golpes.
ResponderEliminarY gracias por la ovación y por todo lo demás.
Besos, Carlos.