sábado, 31 de octubre de 2009

El niño de los zapatos rojos (Dora Soñadora)


Había una vez un niño que soñó con ser payaso. Después quiso ser un vagamundos. Más tarde creció y tuvo que hacer otras cosas. Pero, transcurrido el tiempo, se dio cuenta de que todavía llevaba los zapatos rojos que constituyeron parte de su primer atuendo. Ése es Chema Lera: el autor de “Dora Soñadora”, un cuento “soñado e ilustrado” por él mismo que, con todo el amor que contiene esa humanidad llena de color, dedica a quienes trenzan sueños con él.

Chema presentó ayer su último proyecto: un cuento en el que la protagonista es Fada, una gatita rubia, y su dueña, Dora, que sueña que la ha perdido y pide la ayuda de todos sus amigos para recuperarla. Es una historia de amor, de tolerancia, de colaboración. Es una historia bella, muy bella, que crece sin duda gracias a las ilustraciones que Chema llena de su propio imaginario y que nos presenta a sus duendes y lamias en un papel secundario pero siempre enmarcando sus sueños.

La presentación del cuento corrió a cargo de Isamar, que –a pesar de la espontaneidad de los niños- consiguió enredarnos en esa cadena de amigos que sube a la luna. Nos ayudó a conocer a Fada y se trajo también a Pito, el perrito de Ginés, el amigo de Dora.

A Chema le tocó la parte más difícil: convencer a uno de sus amigos los duendes para que viniera con él y así poder demostrar a todos los niños y adultos que dudan de su existencia de que sólo hay que dejar que nuestro corazón se imponga a la razón para ser capaz de verlos. Su duende, pequeño y silencioso, aguantó estoicamente toda la sesión en el bolsillo de Chema. Y él, ¡vaya faena!, casi se olvida de que estaba en su bolsillo, de lo bien que se había portado el duende todo el rato.

Por un ratito volví a ser una niña soñadora. Y disfruté de las marionetas, del cuento y de los duendes. Yo si que los he visto. Muchas veces. Cuando recorro mi hayedo. Pero me gustó verlos tan cerca, en manos de Chema.

Y después, en casa, leí el cuento después de P. (feliz con la dedicatoria que hizo Chema). Y disfruté con sus imágenes, con sus colores… Y busqué el gato en cada una de las páginas (he de confesar que hay dos que se me resisten). Y volví a enredarme en una frase que Isamar destacó en la presentación y que, en mi opinión, es el esqueleto del cuento: “hay sueños que necesitan ser compartidos para hacerlos realidad”.

Gracias, Chema. Por el cuento y por ser el primero en compartir mi sueño. Espero que algún día sea también una realidad.

La foto la traigo del blog de Lamima, a quien por fin tuve el gusto de achuchar convenientemente.

2 comentarios:

  1. ¿Que rato más majo verdad?..estoy encantada con el cuento Lamia. Anoche lo leímos dos veces y hoy va paseando por toda la casa. No se puede pedir más.
    Aunque no lo haya dicho en mi crónica...darte un abrazo fue otro de los regalos de esa tarde.
    Besos, besos.

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  2. La verdad es que, en lugar de sentarme en la silla, hubiera preferido estar entre los niños. Y mirar a Isamar desde abajo. Y ver esos gatos que recorrían su torso y su brazo. Sentí que P. no hubiera podido venir pero luego le hice una crónica detallada del evento. Pobre... cuando vio tus fotos, a pesar de sus doce añazos, preguntó qué era eso que tenía en la mano Ainhoa. ¡Menos mal que acaban de ponerle un aparato en los dientes y no puede comer chocolate! Ya ves... los niños siempre son niños. Independientemente de la edad que tengan.
    Un beso, preciosa.

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