Gracias

He perdido mis palabras: varios miles, regaladas; cuatro o cinco, robadas. Mientras las busco, las que me quedan quiero utilizarlas para dar las gracias.

Agradecer a M.C. y A. su llamada, su compañía y esta preciosa rosa, que encierra todo el perfume de la primavera y representa el calor que sólo su generosidad ofrece. A ellos, que me leen y se preocupan cuando entienden que mi ánimo se resiente. A A., porque me ayudó a superar los miedos que me atenazaban y a M.C. por haber permitido que lo hiciera.

La soledad que trajo el inicio del fin de semana hubiera sido mucho más dura sin el cariño de M., a quien sentí tan cerca a pesar de su lejanía. Y que hoy ha vuelto a llamarme. Y que hizo que saliera de casa.

A Capycua, que recibe los mensaje que ahora no pueden ser escritos, que me llama princesa, que comparte mis gin tonics y mis lágrimas.

Quiero dar las gracias a C. que no tuvo inconveniente en disfrutar del son inmersa en el halo de tristeza que me acompañaba y que pronunció tantas palabras bonitas y con tal delicadeza que me hizo sonreír y, aunque no lo vio, consiguió que volviera a bailar. Que preguntó por todas esas cosas que estaban pendientes y que poco a poco se han ido resolviendo.

También a J.L., con quien bailé la bachata más dulce. Por la delicadeza con la que siempre me habla y por su discreción.

Al otro J.L., que a pesar de bailar con una sombra no perdió la sonrisa en ningún momento.

A J., por su insistencia. No acepté la invitación para la fiesta ni el transporte pero su cariño me calentó el corazón.

Y a mi querido C., por haber aceptado mi invitación para tomar una cerveza a pesar de que el mundo que habita tiene en estos momentos un cielo de colores tan opacos como el mío. A él, que es uno de los pocos que recuerda que me gustan las “coronitas”. A él, con el que la charla seguro que fluye ligera, sin trabas.