¿Alguien ha visto mis lágrimas?
No las encuentro. Y las echo de menos.
Durante demasiado tiempo he puesto tanto empeño en desterrarlas que he olvidado dónde fueron.
He buscado por todos los rincones: en el hueco donde guardo las ausencias, en el que olvidé las decepciones, en el espacio que dedico a las ofensas, allá donde -hace tanto tiempo que ni siquiera lo recuerdo- escondí el dolor de la mayor pérdida, en el trocito que reservo para los sueños incumplidos, donde entierro el desamor.
También he pensado que pueden haber encontrado un lugar distinto al que yo les otorgué.
Quizás han querido huir de mí y quedarse en ese cajón que guarda aún recuerdos de lo que fue. Puede ser también que, escapando de mi desprecio, me hayan olvidado tal y como yo hice con ellas. Han podido quedarse bajo la almohada, donde tantas veces buscaron refugio las noches aciagas de insomnio. Es posible que hayan viajado hacia la libreta que siempre llevo en el bolso y que, condescendiente como es conmigo, acoge todo lo que no cabe en otros sitios. Puede ser también que hayan pasado a engrosar la cascada de esa fotografía a la que siempre recurro cuando mis ojos se desbordan. Que hayan preferido bañarse en el río.
Llevo ya un tiempo buscando mis lágrimas. Sólo las recuerdo cuando el dolor se desborda licuándose en pequeños gotas salinas que arrastran los momentos que hieren, las palabras que duelen, los sonidos que no llegan… cuando la vida pesa cada mañana. Cuando empezar otro día requiere de un esfuerzo de voluntad que no encuentras. Cuando la cabeza camina hacia un extremo y el corazón se rebela. Cuando las palabras dejan de tener sentido. Cuando decir no puedo se convierte en una obsesión. Cuando la espera es tan larga que supera el dolor del silencio.
Y es sólo entonces cuando recuerdo que quizá ese hielo que he visto al pasar por el rincón más lejano, el más dolorido, sea el vestigio sólido de lo que un día fue una corriente densa, profunda, siempre dispuesta a anegar los momentos más duros.
¿Alguien ha visto mis lágrimas?
Por favor, decidles que vuelvan.
Para Capycua. porque sólo junto a ella ha habido un momento en el que he creído posible volver a verlas.
Foto: M.Á. Latorre.
Tanto miedo que se le tiene a las lágrimas, pero a veces las lágrimas son el alimento que llena la esperanza...a veces es bueno llorar, descargar....ver las cosas de otra manera...
ResponderEliminarLamia si son lágrimas buenas les dire que vuelvan
azul
Un bonito post un saludo
Azul, las lágrimas siempre son buenas. Cuando son de alegría porque son la expresión de un sentimiento positivo. Cuando son de tristeza también porque ayudan a enjugar la pena.
ResponderEliminarCuando era niño me llamaban "lloricas". También se nos decía que: "los niños no lloran". ¡Maldita sea!, por eso me cuesta tanto llorar. ¿Te podemos prestar alguna mientras encuentras las tuyas?.
ResponderEliminarGracias guapo.
ResponderEliminarNo se han escondido Lamia, han ido a buscar aquello que las hizo brotar. Se niegan a morir, no quieren desaparecer, se aferran a la vida igual que a nuestras penas y alegrías.
ResponderEliminarUn fuerte abrazo
Gracias por el achuchón.
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