viernes, 17 de agosto de 2012

Joaquín Bérchez y Teruel Punto Photo


Teruel, en agosto, es una ciudad de foto. Y no sólo por las cámaras que portan los turistas mientras recorren esta ciudad en la que el mudéjar lo impregna todo sino porque la Sociedad Fotográfica Turolense ha querido hacer de este mes, más propio de playas, piscinas y montañas, una cita ineludible para los amantes de la fotografía. 

Es imposible tomarse una cerveza, visitar un museo o subir a una de las torres que configuran el perfil de la ciudad sin contemplar algunas de las exposiciones organizadas en el marco del Festival Teruel Punto Photo.
Sin embargo, y reconociendo la importancia de cada una de ellas, destaca por encima de todas la exposición que, con el título “Milhojas de Historias”, reúne una muestra de lo más destacado de la obra del historiador del Arte y fotógrafo Joaquín Bérchez. 

“Milhojas de Historias” es un pastel que hay que degustar poco a poco, hoja a hoja. Descansando entre cada una de las capas que la componen.

Joaquín Bérchez se ha definido como un “paparazzi” de la historia. Yo lo definiría más bien como un pintor, un músico, un artista que redefine y dota de alma aquello que retrata. Sus fotografías, sus piedras, sus escaleras no son lugares inhóspitos y deshumanizados. Cada uno de ellos cuenta una historia. Desvela un pasado. Y, por su tuviéramos alguna duda, cada uno de los títulos con los que Bérchez define su obra nos conduce por un camino sin retorno, una senda que nos lleva hasta el fondo de su obra. 

Foto: Joaquín Bérchez (Eros)
Sobre Joaquín Bérchez —nacido en 1950 en Montilla (Córdoba) y afincado en Valencia— se han pronunciado personalidades tan destacadas como Antonio Bonet Correa, Juan Antonio Ramírez, Luis Fernández-Galiano, Jaime Siles, Italo Zannier, Fernando Marías, Delfín Rodríguez, Pilar Pedraza, Miguel Falomir o Vicente Lleó Cañal. 

A mí, la obra de Joaquín Bérchez me ha conmovido: sus plazas, sus fachadas, la escalera descendida por Eurídice. Uno no puedo permanecer impasible ante la contemplación de “Luto” o “Los dientes del tiempo”. “La piedra de la muerte” o “La vida de la piedra” bien podrían inspirar sendos poemas. 


Pero por encima de la obra está siempre la persona. 

Recientemente he tenido el placer de conocer a Joaquín Bérchez. Acudí a él completamente virgen: no conocía ni a la persona ni su obra. Un cúmulo de circunstancias inesperadas hizo que compartiera con él un tiempo de reflexión y análisis. Tengo que decir que ha sido uno de los mejores momentos vividos en el último año. Encontré en él a una persona sencilla, receptiva, respetuosa. Un hombre que sabe escuchar. Que aporta su particular visión de las cosas con el respeto del que lo ha visto todo. 

Y con la distancia de la formación, la experiencia, el conocimiento… encontramos, sin embargo, un punto de encuentro. Un centro de equilibrio que nos permitió utilizar el mismo lenguaje. 

Foto: Joaquín Bérchez (Los Dientes del Tiempo)
Hablamos de cómo literatura y fotografía flirtean. Hablé un poco de mis poemas. De esa necesidad de partir de una fotografía para describir con palabras los colores, el aliento que anima la imagen. 

Y quise volver a escribir. A contar historias. A dar voz literaria a otros universos paralelos. 

Cuando hace ahora un año tuve que tomar la decisión de trasladarme a Teruel supuso un cambio tan sustancial en mi vida que las letras quedaron flotando en el cierzo que recorre el valle. 

Yo, que soy del viento su hogar, he vuelto a conjurarlas.

3 comentarios:

  1. Eso es lo más importante de todo, que hayan vuelto las palabras y si llegan acompañadas de fotografías maravillosas, pues mucho mejor.

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  2. Qué importante es toparse con personas que tengan algo que comunicar. Teruel existe y tú das vivo ejemplo de esa vida palpitante.
    Abrazos.

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  3. Espero que me traigas algunas de Trieste....

    Gracias, Francisco.

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