martes, 18 de octubre de 2011

Alter ego: Soledad

Desde el café-teatro, donde las luces de neón coquetean conmigo, veo las columnas que rodean a la que sostiene el animal de mis sueños.


El sabor amargo de la cerveza que me acompaña se confunde con el que me provoca la compañía de Soledad. Llevamos tanto tiempo juntas que a veces la siento como mi alter-ego; un yo caprichoso y consentido que no atiende a razones y me domina. Como lo haría el amante posesivo,

Soledad se ha convertido en compañera inseparable. Siempre a mi lado. Incluso ahora, cuando escribo acodada en la barra del último bar de la última ciudad en la que hubiera pensado habitar.

A ella tengo que agradecer, sin embargo, el único atisbo de compañía que me queda. Tanto tiempo a mi lado ha hecho que añore su presencia en aquellos momentos en que se toma un descanso alejándose de mí.

Si pudiera elegir… quizá yo también la escogería. Igual que elijo seguir amando. Del mismo modo que escojo un camino y no otro. Tal y como escribo sobre ella cuando podría relatar el cuento más bello sobre la familia de perro, gatos y gatito que cada día aguarda mi regreso junto al alcorque del árbol que diviso desde mi ventana.

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