viernes, 30 de septiembre de 2011

Ráfagas desde Teruel (2)

Amanece despacio, de una forma distinta.

Atardece también de otra manera.

Los cúmulos de nubes que jalonan la carretera por la que vuelvo a casa esconden un sol perezoso, que se niega a calentar más. Un sol que cambia de aspecto y torna del naranja al rojo.

En el alcorque junto al que dejo mi coche, dos gatos adultos, un cachorrito y un perro perdido esperan mi llegada. Me acompañan hasta la puerta, se frotan contra mis piernas y me dejan las pulgas que, cansadas de esconderse en sus pelajes, prefiere el calor generoso de mis leggins.

Paseo.

Paseo y pienso.

Pienso en el directivo que hace un par de meses me recibia en la puerta de su empresa y el viernes pasado bajó la mirada para no conocerme.

Paseo.

Y pienso.

Mi nuevo hogar me regala cosas: más tiempo libre, música a partir de las siete, más kilos, libros nuevos.

Mi nuevo trabajo me quita cosas: la inspiración, el deseo de hacer poesía, la ilusión de compartir mis éxitos. Me roba a P.

Mi vida nueva cura heridas viejas. Llega el olvido...

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