miércoles, 1 de septiembre de 2010

Escribir

Hay pocas cosas en la vida que me produzcan tanto placer como escribir. Cuando la soledad es justa, la música suena sin molestar y la lluvia cae mansamente al otro lado de los cristales, parece que no pudiera hacer otra cosa sino sentarme ante el teclado y escribir: letras y letras, palabras con o sin sentido que den continuidad a los pensamientos.

Hace calor. Es una tarde de finales de verano. No siento la compañía de los que me rodean porque escapo a ese espacio único en el que sólo entra quien yo deseo. Es ahora cuando me siento perfecta, en sintonía con mi propio yo, con ése que a veces molesta tanto, ese enemigo íntimo que me acompaña y que me retiene en extraños paisajes oscuros y desolados.

Hace calor. El otoño anuncia su llegada. Pero este año hay planes nuevos. Proyectos…. Planteamientos que no he hecho hasta ahora por no contrariar a ese enemigo íntimo que me advierte y resalta la inutilidad de mis sueños. Iniciativas a las que no voy a renunciar a pesar de las puertas que se puedan cerrar: una y otra vez insistiré con esa tenacidad que tan cara me cuesta. Ésa que siempre ocupo en cosas ajenas a mí misma. La que me permite destacar logros ajenos, la que defiende posturas que no comparto, la que soporta requerimientos impertinentes.

Hace calor. Suena la música. Tengo un montón de proyectos….


(Qué pena que mis ex amigos no sepan inglés)




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