jueves, 12 de agosto de 2010

Vacaciones




¿A qué huelen las vacaciones? Las mías huelen a moras: las que recojo junto a P. en casa de A. Después, entre risas e intentando que Simba no las haga rodar por toda la cocina, hacemos mermelada (sólo podemos hacerlo en vacaciones).

Mis vacaciones huelen a cerveza y aceituna. Las que me tomo junto a O. mientras hablamos de hombres, batallitas y deseos. A veces huelen un poco a nostalgia también. Porque me gustaría migrar a las tierras del norte pero ¡tengo tan poco tiempo para disfrutar de mi propia casa!

Las vacaciones de este año huelen a mojito. Esos que preparar D. en el Trópico y que tarda un año en servir: bien fríos, con el hielo picadito, picadito y las matas de menta asomando por el borde del vaso, tan desmesuradas que debo tener cuidado si no quiero que el rabo de alguna de ellas me dañe los ojos al acercar la bebida a mis labios y que saboreo lentamente mientras contemplo como M. se debate entre la duda de si sacarme o no a bailar y pienso que en cuanto llegue a mi lado dejaré la bebida y me dejaré llevar.

Mis vacaciones huelen este año a reencuentros. Felices. Las de este año, ¡ya era hora!, no tienen el sabor de las lágrimas que empañaron el verano pasado los baños en la piscina de A., quien, junto con O. y N., escucharon mis penas y me consolaron.

Las vacaciones de este año, como no, tienen el sonido de la salsa y del tango. Están llenas de pasos y gente nueva. Nuevas figuras de baile que domino no sin dificultad y relaciones a las que me acerco…. no sin algo de miedo. Restañar las heridas que causan las amistades perdidas cuesta tanto tiempo (he creado una lista de ex amigos en la que, de momento, sólo hay dos nombres)….

Las vacaciones de este año están llenas de flores: aquellas que me envían los amigos que van de vacaciones y conocen el secreto.

Este año, mis vacaciones se han impregnado del olor de ciudades como Milán o Barcelona. La primera fue un descubrimiento. La segunda, algo que quedó pendiente.

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