viernes, 20 de agosto de 2010

MI soledad con Simba



Mi soledad con Simba es menos soledad.


No es que me sienta sola, no. Es que vivo sola. Y con esto no quiero parecer nostálgica ni triste. (hace dos días que han vuelto a hacerme la misma crítica que he venido escuchando desde hace ya un tiempo: tengo un blog nostálgico que pone a la gente un poco triste). Quienes me conocen bien saben que tengo una risa franca y muy fácil. No es contagiosa, como la de P., pero es muy sana. Siempre intento verter en este blog un poco de esa alegría pero parece que no soy capaz. El canal entre emisor y receptor está sucio, perturbado o el mensaje se desvirtúa en la transmisión. O tengo un blog nostálgico y triste. Cuando tantos lo dicen, será.


Bueno, salvada esta pequeña digresión inicial, decía: mi soledad con Simba es menos soledad.


Llevo mucho tiempo alternando periodos de socialización intensa con otros de absoluta soledad.


La presencia de mi hijo en casa es como el primer cierzo que llega antes del Pilar: ese viento fuerte que limpia la atmósfera y refresca las casas después de un verano agónico y extenuante. Pero es también ese aire que levanta sin piedad las primeras hojas que pierden los árboles, el que rompe cristales de ventanas que baten libres como alas de golondrinas, el que arroja macetas contra el asfalto.


Cuando el se ausenta (algo a lo que estoy muy acostumbrada desde que era bien pequeño), la soledad me acompaña. Una calma densa se apodera de mi casa. Los objetos permanecen inertes, sin esa vida que P. les infunde y que les hace cambiar de sitio constantemente. Sólo el sonido de la radio altera el silencio de mi hogar. El teléfono no suena, la televisión permanece muda…


Pero todo esto dejó de ser así cuando Simba llegó a casa. Acaba de cumplir un año. Y es un gato con doble personalidad, un pelín psicópata, vamos. Eso lo digo yo, no lo ha diagnosticado ningún veterinario ni artista animalista. Tiene un comportamiento cuando P. está en casa y otro completamente distinto cuando me quedo sola.


Es curioso porque desde que el animal llegó a casa P. considera que nuestro pequeño núcleo ha pasado de ser “mamá y yo” a ser “una familia”. P. y Simba han hecho un gran equipo. Tanto es así, que ambos juegan sin medida y me fastidian. P. incordia a Simba hasta el infinito y el pobre gato (lo de pobre es un decir) aguanta todo lo que le echa. Eso sí, cuando se enfada, no sé cómo se la arreglan ambos pero siempre soy yo la que resulta arañada o mordida. Unos angelitos, vamos.


Ahora estoy sola. Bueno, sola con Simba. Y el monstruo de los pelos largos (como yo le digo) se comporta como un gatito de peluche. Bueno, bueno….. no tanto. No voy a exagerar. Porque mentiría si dijera que ha escondido sus dientes. Los afila cada noche en mis pies para no perder la costumbre.


Sin embargo, es cierto que tiene un comportamiento mucho más tranquilo. Dentro de la arisca personalidad que tienen la mayoría de los gatos, yo diría que llega incluso a ser adorable.


Mientras subo las escaleras de casa (tiene cuatro pisos de tiempo para preparar mi llegada) escucho ya sus maullidos. Abro la puerta con cuidado porque me espera allí mismo. Sentadito sobre sus cuartos traseros y con la cabeza baja anticipando la primera rascadita (le encanta que le rasque la cabeza y los mofletes). Normalmente me adelanta por el pasillo mientras me dirijo al cuarto y cuando llego (esto parece un poco exagerado porque, en un piso de 45 metros todo está muy cerca) me espera ya subido en la cama ronroneando y estirando sus paticas para que lo coja. Esto sólo lo hace cuando llego sola porque cuando el peque viene conmigo yo paso a ser invisible. Eso sí, es de agradecer también que, mientras que P. apenas grita un ¡Hola mamá! desde el cuarto de estar cuando entro en casa, Simba siempre asoma la cabecita esté donde esté y viene a recibirme aunque, inmediatamente después, corra a los brazos de P.


Simba duerme estos días conmigo. Es más, se va el primero a la cama y si tardo mucho en llegar vuelve a buscarme. Sin embargo, cuando yo me acuesto, el empieza a desplegar una actividad frenética: pasa por el arenero, bebe agua, come, se asoma al cuarto de P., coge su rana/cosa verde y se pone a correr por el pasillo como un loco. Cuando ha conseguido que yo esté completamente en alerta esperando a ver qué es lo que hace a continuación, salta sobre la cama. Eso sí, estos últimos días parece que se ha dado cuenta de que no es aquel gatito flacucho que trajimos a casa sino que se ha convertido en un gatazo que, cuando cae a peso plomo sobre alguien que está desprevenido, puede llegar a ser muy desagradable. Pues eso: sube a la cama, investiga, y cuando se da cuenta de que estoy encima de la cama a causa del calor, se dirige rápidamente hacia mis pies y empieza la ceremonia del mordisqueo. Primero un tibio toque con los dientes a ver que pasa. Si no me muevo, se vuelve más atrevido y empieza a morder con confianza. Y, si aún así continúo inmóvil, literalmente se convierte en Simba/Hyde y se dedica a morder pies y piernas como si se tratara de su rana/cosa verde. Es en ese momento en el que yo me volvía loca. Y digo volvía porque parece que lo voy educando. Bueno, o me va educando. Porque, al primer toque de dientes y al grito de ¡¡¡NO!!!!! escondo mis pies rápidamente bajo las sábanas y se acabó la juerga.


Es entonces cuando llega el mejor momento para mí: Simba se pasea un poco por la cama, me chupa otro poco las manos, y tras buscar un huequecito cómodo en algún recodo de mis piernas, se acurruca contra mí y permanece ahí hasta que suena el despertador. Eso sí: todo intento de hacerse la remolona una vez que ha sonado el reloj se convierte en un imposible. Simba pasa de cero a cien en un segundo y vuelve a ser el gato hiperactivo que alegra mi soledad.


Mi soledad con Simba, es menos soledad.



7 comentarios:

  1. No me parece triste, algo nostálgico quizás pero como es un rasgo que me acompaña, es un toque que me lo hace atractivo. Hoy me he reído con las aventuras de Simba, quizás porque te entiendo bien. Por un lado tengo un peludo gatuno que actúa de un modo muy parecido y por otro, también mi casa cambia cuando mis hijos no están en ella y ahora lo normal es que no estén; porque son mayores y porque eligieron permanecer con el cierzo cuando me trasladé a una nueva ciudad y una nueva vida. Hay mucha diferencia de vivir como "matrimonio con gato" a "familia con gato". Cuando comienzan a paliarse las ausencias llega una nueva visita que se lleva a rastras la piel de tu corazón cuando se aleja. Así que disculpo los estadios de Jekyll&Hyde gatunos porque no es tan fácil cambiar el chip y porque cada uno lo demuestra a su manera.
    ¿Sueno nostálgica? ¿Sueno triste? Pues no lo estoy, al menos hoy no. Será el calor... ;)
    Un saludo (^ ^)

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  2. Gracias por tu visita Lludria. Y por tu comprensión. Y, si, el calor puede con nosotros. Aquí también hace mucho calor. Espero que el cierzo nos traiga pronto un respiro. Besos.

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  3. Este comentario ha sido eliminado por el autor.

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  4. El comentario anterior lo tuve que borrar, es que soy muy torpe y algo me salió mal.Te decia que...
    Eso, esperemos que el otoño llegue pronto y nos traiga aires más frescos que nos alivie un poco de estos calores
    A mi particularmente tu blog no me parece triste. Nostálgico, quizás si. Todos encontramos cierto placer cuando nos abandonamos a esos ratos de ensimismamiento y dulce nostalgia.
    No hagas caso de las críticas, en tu blog eres libre de escribir como quieras, si gusta bien, y si no gusta también, mañana será otro día y quien sabe que nos traerá la marea.

    Que sigas disfrutando de tu gato y de tu soledad.

    Un fuerte abrazo

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  5. No te puedes imaginar lo que disfruté leyendo este artículo dedicado a Simba, muchas de las cosas que cuentas me son muy conocidas porque como sabes yo ahora tengo cuatro gatos así que conozco bien sus manías y sus gracias, de los míos, la única que muerde por la noche es Tuxa pero me muerde un brazo como lo deje fuera de la cama y con el calor que hace estos días y el que dan ellos no me queda mas remedio que sacarlo a ventilar, pero la verdad es que no me hace daño. Ahora sólo me falta saber como van a recibir a Clara, espero que bien pues sólo me faltaba tener que estar de árbitro en sus peleas.
    Buen día

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  6. Me pasaré por tu blog para ver cómo va todo.

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