Mientras preparo las hamacas, A. remoja a los perros que, agradecidos, corretean a su alrededor.
Cuando regresa, nos metemos en la piscina. Es el único sitio en el que es posible soportar este domingo de canícula y laxitud.
Cae un sol de justicia.
- Esto es pecado- digo.
- O engorda- me contesta A.
Y reimos a carcajadas mientras chapoteamos en el agua.
Foto: G. Mestre.
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