jueves, 6 de mayo de 2010

Quiero ser un pez

Yo quiero ser un pez de colores. Estoy cansada de ser un ancistrus. Aunque el club de lo barrefondos va ganando adeptos y las incorporaciones no hacen sino dignificar este grupo de peces/humanos.

Sin embargo, y a pesar de que en este círculo de los ancistrus cada día me siento más cómoda, no puedo evitar leves momentos de debilidad y anhelar convertirme en pez de colores. Uno de esos que tienen vivos pigmentos que muestran al mundo entero con mucho orgullo y un punto de impertinencia.

Porque, eso si, los peces de colores se reconocen bellos. Se reúnen en compactos bancos que migran ejecutando un baile de formas sinuosas y cálidas que adormecen y embelesan a quien contempla su danza. Son vistosos. De movimientos ágiles. De respuestas inmediatas.

No como los pobres barrefondos, que se deslizan por la pecera en una cadencia lenta y concienzuda, lejos de improvisaciones. Los ancistrus también se adaptan al medio: pasan de oscuro a más oscuro. Vamos, que se mimetizan con el ambiente para pasar desapercibidos mientras desarrollan esa indispensable labor de control y limpieza que nadie más puede hacer.

Pero, claro, quienes admiran la pecera jamás reparan en esos gorditos, un poco feos y torpes animalitos. Sólo tienen ojos para los peces de colores, que se mueven sin ton ni son de un lado a otro de la pecera, que dibujan trayectos imposibles sin apreciar el trabajo de los barrefondos, que no dudan en realizar movimientos imposibles con tal de acceder al bocado más apetitoso de los suspendidos en el agua u ocupar el más recóndito espacio de las plantas ornamentales que pueblan el acuoso habitáculo.

¡Son tan bellos! También yo me encuentro a veces ensimismada contemplando los elegantes movimientos de esos exóticos especimenes. Olvidando que sólo soy un ancistrus¸ que recorre los muros limpiándolos de la basura que los peces de colores dejan a su paso. Porque, eso sí: hay que reconocerlo. Los peces de colores son bastante cochinos, por no decir sucios. Sin el oxígeno que renueva la calidad del agua, sin los barrefondos –ocupados en una limpieza constante–, los exóticos bichitos resultarían menos atractivos. ¿Quién querría contemplar una pecera maloliente, de aguas estancadas y turbias?

Sin embargo, y a pesar de todo, definitivamente quiero ser un pez de colores.


La foto, aquí.

2 comentarios:

  1. Cuando leí la palabra ancistrus creí que ya había leido del artículo y luego me di cuenta de que no, que esa palabra venía de otro artículo que me hizo mucha gracia.
    Ahora veo que quieres ser un pez de colores, pero tú misma reconoces que son un poco "cochinos", :-) así que creo que deberías de pensártelo un poco más.
    Que tengas un buen fin de semana.

    ResponderEliminar
  2. Tienes razón. Soy la fundadora del Club de los Ancistrus. Y me siento muy orgullosa de ello. Como digo en la siguiente entrada: la vida son dos días y uno está lloviendo. Por eso.... hay que aprovechar el sol.

    ResponderEliminar