domingo, 21 de marzo de 2010

Fin de semana y paz

Ismael Lo me acompaña esta mañana de domingo. Trabajo, trabajo y más trabajo todo el fin de semana. P. juega al pádel con sus amigos mientras yo trenzo letras y gestiono peticiones inútiles e imposibles (aludes, accidentes, equilibristas que se caen, incendios...). M. C. arregla flores mientras A. complementa su trabajo en casa. O. seguro que duerme con J. y descansa tras la fiesta de ayer. Capycúa andará por esas tierras del norte con su amorcito. A. sigue en Madrid haciendo de las suyas y mirándose el ombligo (cuánto tiempo perdido). R. estará en Sangüesa o en su casa o en algún otro sitio pensando en sus exámenes y esperando la Semana Santa. N. y A. descansarán también tras la fiesta (ésa a la que yo no he podido asistir y a la que me hubiera gustado ir). N. está pochica. Lucha contra la enfermedad como una valiente. M. y A. irán esta tarde a la clase de baile. M. no podrá integrarse en el grupo porque se repone de su operación. Ojala las noticias que lleguen esta semana sean tan buenas como todos esperamos. A. estará esta mañana podando árboles, arreglando su huerto, paseando con sus perros y tratando de no pensar. No se puede pensar porque entonces llega el dolor. Pero ella es fuerte. Y saldrá adelante.
Ismael Lo me acompaña. Sigo trenzando letras.
Hay paz. Una nueva. Que no conocía. Con un punto de aceptación y renuncia.
No espero nada. No quiero nada. No quiero. Ya no.
Suena Ismael Lo. En mi cabeza y en mi corazón. Paz. Por fin. He vuelto a mi hayedo. Al mío. Sólo mío. El bosque en el que mis amigos descansan y comparten mi sol.
Lo demás no merece la pena: pobres de nosotras.
Las mujeres, en general, somos fuertes. Nosotras lo somos. Lo hemos demostrado.



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