lunes, 29 de junio de 2009

La luna tiene ojos y esquinas

La Luna tiene ojos y esquinas. Los tiene en la canción de Amaia Montero, “Quiero ser”, y las tiene en el nuevo poemario que ha presentado Luisa Miñana, “Las esquinas de la luna”.
(Yo llevo varias semanas acodada en una de esas esquinas, contemplando el mundo que me rodea, soñando con otros escenarios, fabricando universos imposibles en los que mis ensoñaciones puedan devenir en realidad. Confirmando, en definitiva, todas esas características que definen a los Cáncer y que describen a personas con gran apego a las raíces, amigas de sus amigos, fieles hasta la enfermedad, protectoras, leales, pacíficas hasta que se demuestra lo contrario y lunáticas sin remedio. Dicen también, que a los cáncer, que ansiamos ser queridos, tienen que concedernos distancia cuando es necesario porque, una vez hemos interiorizado nuestros pensamientos, regresamos rejuvenecidos y con fuerza).
Ando, como digo, perdida en una de las esquinas de la luna; una de las que me ha proporcionado Luisa Miñana con el primer poemario que le publica la editorial Eclipsados. La presentación, que tuvo lugar el pasado día 16 de junio, contó con las intervenciones del editor, Nacho Escuín, y la profesora María Ángeles Naval, además de con la de la propia autora.
De la sonrisa inicial pasamos al profundo análisis literario que Naval hizo de una “colección madura y poco propia de un primer poemario”. La profesora realizó una extensa crítica de los elementos que componen el universo poético de Luisa, de sus ritmos y de los iconos que se repiten a lo largo de sus composiciones. Alabó la dificultad de unas construcciones edificadas a partir de versos libres y preparó el camino para la lectura que Luisa, ligeramente emocionada, hizo de su propia obra.
No suelo acudir a las presentaciones de libros, ni a los bloggellones, ni a otro tipo de encuentros multitudinarios. Y si voy, normalmente entro y salgo como lo haría un ladrón, con la sensación del voyeur que contempla sin intervenir. No obstante, en la presentación de Luisa experimenté un sentimiento de orgullo, de conexión, de pertenencia. Me sentí orgullosa viendo a Luisa, la misma bajo cuyas alas me cobijo tan a menudo. Uno de mis tres ángeles de la guarda. Tengo esa suerte. Tengo tres. Tres protectores de los que siempre he querido hablar y nunca termino de hacerlo. Sin embargo, no quiero despedirme dejándome esto en el tintero.
El ala oeste del capitolio tiene una mesa que reúne lo mejor que yo extraigo de los últimos diez años de labor profesional. Estos años he aprendido, he conocido muchísimas personas, he atisbado la cara oculta de la luna. En todo este tiempo, cuando me he planteado cambiar mi situación laboral y pienso en aquello que podría echar de menos en un nuevo destino, siempre vuelvo mi corazón hacia esa ala oeste del capitolio y hacia mis tres ángeles de la guarda. Durante todo este tiempo, ellos han hecho mi vida un poco más fácil. Me han escuchado cuando estaba tan aturdida que me sentía incapaz de soportar la presión, me han animado cuando tenía el alma quebrada y maltrecha, han resuelto todas y cada una de las muchas dudas técnicas que se me plantean cada día, me han ayudado a canalizar peticiones imposibles que había que localizar en lugares desconocidos. Su dominio de la red y otras herramientas han hecho que recurrir a ellos siempre me proporcionara la tranquilidad de poder cumplir los retos que me plantean. Ellos también han apurado su paciencia al límite justificando, arreglando y paliando todos mis errores, que han sido muchos. En una época aciaga dominada por el sol del mediodía, su apoyo tuvo una importancia inestimable. Gracias a ellos conseguí vadear el desierto y salir casi, sólo casi, indemne de la experiencia.
Mis ángeles de la guarda son discretos. Nunca preguntan más allá de lo que yo quiero contar. Siempre respetan mis silencios. Aceptan mis bromas y esos apelativos imposibles que sólo utilizo con mis amigos y mi gente más querida.
Mis ángeles de la guarda son personas, de carne y hueso. Sin embargo, la magia de su influjo se perdería si me dejara tentar por la necesidad de nombrarlos (aunque he sucumbido en el caso de Luisa). Supongo que a estas alturas ellos conocen el cariño que les profeso y que, por mucho que las circunstancias profesionales, personales, laborales puedan cambiar, esa consideración permanecerá inmutable.
¿He dicho despedida? Si, lo he dicho. No me atrevo a plantear si tiene un carácter definitivo o temporal pero tengo la certeza de que estoy cerrando una puerta. Quiero pensar, ya he adelantado que a los Cáncer nos gusta ser queridos, que estos últimos días que he permanecido en silencio alguien me habrá echado de menos: los amigos que me leen esperando saber cómo me encuentro, los que se alegran por este afán escritor largo tiempo perdido y por fin recuperado, los que me animan a que apueste por un camino que siempre corre en paralelo a la senda principal. También yo echo de menos mis paseos por el bosque. Sin embargo, una frenética actividad laboral me mantiene alejada. Eso y la necesidad de volver la mirada hacia un interior menoscabado después de muchos años de lucha y agobiado por un cansancio vital que precisa de un reposo urgente.
La reflexión me lleva en este momento a dejar que las hayas recuperen el terreno que durante tanto tiempo les he ganado, a permitir que los matorrales ocupen el espacio que desbrocé generando una senda, a consentir que el musgo se extienda libremente desde la base de los árboles hacia las rocas que jalonan el hayedo. Voy a retirarme para que el agua fluya libremente.
Me voy. Dejo mi bosque. No sé todavía qué nuevo espacio, si llega a existir, acogerá a Lamia. Desconozco si en algún momento volveré a cruzar este hayedo. En cualquier caso, quiero daros a todos las gracias por haber estado junto a mí durante todo este tiempo. Cualquier día de estos volvemos a encontrarnos.
Espero que disfrutéis tanto como yo con este poema de Luisa, mi favorito, y con las palabras y la música de Amaia Montero.


Mujer con periódico espera en un café de nuevo


Te aguardo tras la luna del café entre las cuatro y las cinco:
no dejes que me componga sola.
Veo a lo lejos desde aquí y sabré si has pasado de largo.
No quiero más horas tartamudas, ni más gestos tanteando como ciegos,
no quiero ni una historia que no sea de trapo
para poder vestirla y desvestirla sin que proteste
ácidamente mi estómago. No quiero estar callada debajo
de la televisión enmudecida. Beber no me consuela.
No fumo hace mil años.
No entiendo las ecuaciones complicadas y el periódico no
amortigua el ritmo impertinente de mi sangre mientras te aguardo.
Mientras te aguardo sólo esperarte me fascina.
Y de repente es la primera noche de la vida
aún antes de nacer. La única noche
en la que esperar tuvo significado y estuvo bien.


18 comentarios:

  1. Es un honor que ese poema sirva de apoyo a tus palabras, tan sentidas, tan reales.
    Doy la vuelta y te digo.
    Un fuerte abrazo, guapísima.

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  2. Lo importante es caminar, lo de menos es el camino. El río no se plantea qué curso sigue, el agua le lleva... y al fin siempre llega a la paz del mar.
    Gracias por las palabras inmerecidas.
    Abrazos desde la "tercera" esquina.

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  3. Cuando he visto que volvias a estar me he alegrado y a medida que iba leyendo se me encogia el alma

    Yo respeto los descansos

    Quiero que sepas que te estaba esperando

    Un beso

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  4. Sentida entrada, Lamia. Qué gusto volverte a leer, y qué gusto descubrir un poema de Luisa...

    un abrazo

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  5. Jo, no sé cómo tomarme esto. Espero que encuentres pronto un "nuevo espacio". Y sobre todo, espero que ese "reposo urgente" te deje como nueva. Y que no te aleje mucho de la escritura, claro.
    Javier

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  6. Querida Lamia, desconozco los motivos de tu tristeza, pero no me gusta verte triste por nada, no creo que merezca la pena, sea lo importante que ahora te pueda parecer.
    Hay un poema que recuerdo mucho en estos casos de tristeza y melancolía, y quiero hacertelo saber, ojalá y que te ayude como me ayuda a mi, dice así:

    Caramba con
    esa pequeña de los patines.
    Se los calza.
    Se pone en pie y casi
    se cae hacia atrás.
    Avanza un pie como
    si fuese a alguna parte,
    se viene al suelo
    y se golpea en una mano.
    Apoyada en un escalón,
    se levanta,
    avanza el otro pie,
    patina un palmo,
    cae y se hiere en la rodilla.
    ¿Sabes lo que hace ahora?
    Pues se quita el polvo y se limpia
    la sangre,
    moja con saliva la herida y entonces
    vuelve a adelantar el otro pie.

    Para mi, este poema tiene un efecto balsámico y reconfortante.
    Un beso

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  7. Sé que volveras y sabe que estaremos aquí.
    Un beso.

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  8. En pocos días espero andar yo también debajo de hayas y coincido contigo en pasar de puntillas donde hay mogollones de gente; eso sí, soy tauro muy al estilo que pregonan los arquetipos de esas cosas. Y verás,muchísimo más anciano que tú, te más que triplico los años dedicados al trabajo y eso te puede dar una idea; las etapas se suceden y la sensatez de la viejura sugiere no dar portazos, ningún portazo, y escribir cuando te paizca aquí o donde sea que te paizca escribir. ¿Sabes por qué?, pues tan solo por gusto

    Un abrazo (sincerote) y cuídate moceta

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  9. A veces para descansar hace falta valentía. Pero yo también sé que volverás, y en plena forma. Feliz descanso y sueños bonitos.

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  10. Hay siempre una rapaz revoloteando sobre el cielo, dejándose flotar sobre las térmicas, oteando, fisgando y buscando presas. Así estaba yo hace tiempo volando en círculos concéntricos, sin nada más que hacer que ver paisajes y sin ganas de comer. Volaba por el placer de volar y me llegué a un hayedo umbrío, donde había una ninfa del bosque oculta de la vista de todos, pero gritando en silencio entre la espesura. No escapó a mi vista su reflejo en el arroyo y la seguí desde entonces. Por las noches era lechuza, por el día azor o buitre. Pero siempre volvía al bosque a ver a Lamia.
    Donde quiera que te ocultes ten por seguro que volveré a encontrarte, y entonces seré sapo en el estanque, o pez en el agua. Si hay que mutar lo haré con tal de llegar cerca de tu escritura y tus sentimientos. ¡Hasta siempre! despéjame la zona de aterrizaje que luego me araño con el follaje...

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  11. Querida...espero que este silencio te ayude, te acomode.
    Y espero que un día vuelvas. Mientras solo puedo desearte todo lo bueno.
    Un beso.

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  12. Espero que este paréntesis sea para bien. Los demás te echaremos de menos. Un abrazo

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  13. En cuanto pase el calor te queremos por aquí.

    Te avisamos enseguida para una sardinada y una visita a Antígona

    besazos cielo,

    y escribeeeeeeeeeeeeeeeeeee

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  14. Pasará el calor, los hayedos te echarán en falta, pero los matorrales nunca ocuparán tu sitio.
    Tómate el tiempo que necesites, pero todos estaremos esperando tu llegada.
    Un abrazo

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  15. He estado ausente mucho tiempo y aún no regreso, pero paseando por los senderos de las letras que mas admiro, llego a su hayedo y lo encuentro cerrado a cal y canto...y con despedida incluida.
    Soy cancer, y comprendo muy bien el trasfondo de tus palabras.
    Al igual que tu, estoy sentada frente al libro que pronto cerraré su tapa...

    Un fuerte abrazo

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  16. Tu nuevo hogar no me deja comentar...
    Gracias por la invitación y la confianza al abrirme la puerta de tus secretos.
    Se que no es fácil cambiar de hogar, pero segura estoy de que impregnarás este nuevo que acabas de inaugurar, con el mismo perfume de letras con el que llenáste el Hayedo...
    Un fuerte abrazo y mucha suerte en esta nueva andadura.

    bss

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  17. También mis angeles son de carne y hueso, también sienten como yo aunque a veces juguemos a jalarnos las cabelleras.

    En horabuena, que tenga salud

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