lunes, 25 de mayo de 2009

Bellísima

Me pidió colorete. No me asustó la forma en que lo hizo, ni siquiera la sangre que salpicaba su camisa. Fueron sus ojos los que hicieron que diera media vuelta, buscara en la estantería cajas de distintas marcas y las colocara sobre el mostrador como si del más perfecto desfile militar se tratara. Valoró cada opción, abriendo y cerrando los envases. Probó los tonos en el dorso de su mano. Y, mientras tanto, sólo dijo: mamá, muerta, está verdaderamente hermosa.
Cuando se dirigía hacia la puerta, sin que yo acertara a pedirle que abonara su compra, murmuró no sé qué acerca de un funeral.

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